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La escritura junto al poder del pensamiento.

  • Ensayo

 

 

Por Víctor Hugo Espino Hernández

 

 

Mi Dios, tu Dios, nuestro…

Tantas pretensiones de posesión.

Al final de la tertulia

solo botellas vacías

y el indicador de la torre de la iglesia.

Günter Grass.

 

 

   El esfuerzo por escribir puede medirse con el esfuerzo por pensar. De ahí que el pensamiento y la escritura junto a la voluntad están enlazados. Suena extraño pronunciar abstracciones cuando el oído del alma ha sido educado para escuchar repeticiones cotidianas; también es posible escuchar las formas que emanan del pensamiento, aquí nace la música. Era hermosa cuando paciente, la música clásica, estallaba mezclándose con ritmos inusuales, ritmos incólumes, con formas impensables, derivaciones espirituales y sensaciones corporales.

   Ha muerto la música, algunos dirán. Estos reconocen el ejercicio de lo cotidiano sobre sus juicios racionales, la pluma del escritor está viva en eventualidades superficiales. Como indaga, como expone, la forma en como se dice, la profundidad de lo excavado, he aquí, en todo esto, radica el genio. Leer significa entender, aún más, con mejor precisión, leer pronto vuelca los significados en los que la comprensión era natural: escuchar sin oír. «El que tenga oídos que oiga» decía el mejor y mayor de los maestros.

   Pasivamente es creada la escritura con rítmica precisa mediante pensamiento y sensación; mediante amor y alegría; mediante opuestos; mediante anacronismos. El sentido en la lectura es ánimo, incluye la soledad del lector. Leer en soledad quiere decir oír bien. Escuchar compromete al espíritu, de ahí que el sonido de la voz sea esencialmente la ubicación exacta del contexto en el que vive el sujeto.

   Cuando José, Hijo de Jacob, siendo príncipe de Egipto, grita su nombre para que sus hermanos reconozcan que él es el hermano que ellos vendieron como esclavo, lo hace para volver a tomar en sí el nombre que había extraviado. La humildad no impone un nombre, lo pule. Hay en la escritura amor cuando el pensamiento no puede olvidar el nombre, más bien lo reconoce: “Yo soy José, el hijo de Jacob, su hermano”.

   Basta con variar el consejo hacia nuestro prójimo cuando éste no se enorgullece en ser lo que es. En este caso, los consejos pueden reconocerse como nuevas investigaciones. Por eso decía al principio de este ensayo que la escritura se mide por la fuerza del pensamiento. Por esta razón, la biblia no está escrita por el pensamiento de un sólo hombre. Hay en ella sabiduría y conocimiento más allá de lo humano. En ella encontramos multitud de historias que se corresponden con la vida actual, es decir, la nuestra. El nacimiento de un niño es un maravilloso milagro que la mayoría considera, en nuestros tiempos, monótono y normal.

   Si la escritura se mide por el poder del pensamiento, no hay mayor alegría que ver nacer libros maravillosamente escritos: esos que nos cuentan cómo el nacimiento del pensamiento comienza con la vida misma.

 

 – Ciudad de México –