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La Séptima Sinfonía (Tolteca) de Philip Glass debuta en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México

 

 

El próximo 12 de mayo el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México se engalanará con la presentación ―por primera vez en suelo mexicano― de la Séptima Sinfonía de Philip Glass, también llamada Sinfonía Tolteca. Esto presentación tendrá lugar en el marco de un tour de force compuesto por conciertos y homenajes alrededor del mundo para celebrar el cumpleaños del octogenario ícono de la música minimalista.

La Orquesta Sinfónica Nacional de México ejecutará la pieza en un magno evento, organizado por la productora Orly Beigel. El programa contará con la participación del afamado Cuarteto Latinoamericano, la soprano Olivia Gorra, el director concertador James Demster y el actor Diego Luna.

Este acontecimiento es una oportunidad para hacer una pausa y recordar quién es Philip Glass, el proceso que siguió para componer una Sinfonía Tolteca y debatir la importancia de su obra.

 

¿Quién es Philip Glass?

Philip Glass es uno de los compositores contemporáneos de mayor influencia en la escena musical. Su trabajo es particularmente conocido por las colaboraciones con directores cinematográficos de alto perfil que ha realizado para películas como Koyaanisqatsi (1982), Candyman (1992), The Truman Show (1998), The Hours (2002) y Notes on a Scandal (2006). Sin embargo, su obra también incluye numerosas óperas, sinfonías, conciertos y otras composiciones que le han permitido construir una reputación genial y un estatus de celebridad en el mundo de la música a lo largo de los años.

Nacido en el seno de una familia de inmigrantes judíos de origen lituano en la ciudad de Baltimore, Glass comenzó su educación formal en el Conservatorio Peabody de Baltimore a los 15 años. Posteriormente ingresó a la escuela Julliard en Nueva York y después estudió en el Conservatorio Americano Fontainbleau en París, Francia.

Al volver a Nueva York inició su trayectoria como artista profesional con un considerable periodo inicial de experimentación y búsqueda. Su estilo “minimalista” ―Glass rechaza esta etiqueta, a pesar de ser considerado un referente del género― fue medianamente aceptado, realizando presentaciones semivacías en galerías y estudios (lofts) en el barrio neoyorkino de SoHo. Es más, sobrevivió realizando empleos secundarios como plomero o taxista, así como a través de la operación de una modesta compañía de mudanzas que inició con su primo, el escultor Jene Highstein.

La capacidad de Philip Glass para producir nueva música es imparable. Su obra está compuesta por más de 400 piezas originales, incluyendo bandas sonoras para cine y televisión, cuartetos, conciertos, música para teatro y danza, corales y sinfonías, entre otros géneros. Sobra decir que su racha de media aceptación en Nueva York desembocó en un éxito indiscutible.

 

Glass, un compositor espiritual.

Philip Glass se describe a sí mismo como un Judío-Taoísta-Hindú-Tolteca-Budista. Los encuentros con diversas personas, países y culturas han añadido a su identidad espiritual a través de los años. Su constante búsqueda de inspiración en el mundo espiritual es una frecuente fuente de inspiración para crear nuevas piezas musicales.

Durante su estancia en París, cuando estudió en el conservatorio Fontainbleau, Glass conoció al músico indio Ravi Shankar, a quién sirvió como asistente y tomó como mentor. Shankar lo indujo a la música india y sus connotaciones espirituales. La influencia de este episodio en la historia de Philip Glass es profunda y definitiva, como se puede observar en su obra colaborativa, Passages (1990).

Glass atribuye su inducción a la cultura Huichol, Wixárika y Tolteca gracias a los escritos de Víctor Sánchez y a su subsecuente relación con el investigador mexicano. Glass y Sánchez compartieron talleres, escenarios y entrevistas en varias ocasiones. Glass encontró en la filosofía tolteca una fuerza transformadora que le cautivó, generando así un impulso creativo, ávido de un lienzo para crear música.

 

La Sinfonía Tolteca.

Philip Glass fue comisionado en 2004 por la Orquesta Sinfónica Nacional de Estados Unidos para componer una nueva sinfonía en honor al sexagésimo cumpleaños del director de orquesta Leonard Slatkin, quien eventualmente presidió la premiere de esta pieza. Tras años de acercamiento a las ideas milenarias de Mesoamérica, y en particular a la cultura Tolteca y Huichol, Glass propuso la sinfonía tolteca y los patronos aceptaron inmediatamente. La pieza se estrenó un año después.

La obra, con duración de 35 minutos, se compone de tres actos: I. El Maíz; II. El Hikuri o raíz sagrada (Peyote); y III. El Venado Azul. A través de su característico estilo, Glass realiza una exploración de sus impresiones en torno a estos conceptos, mediante episodios sonoros, rítmicos y repetitivos, que recuerdan a la banda sonora de su autoría para la producción de Francis Ford Coppola, Koyaanisqatsi.

 

La Sinfonía, ¿Tolteca?

El público mexicano es un asiduo espectador de la música de Philip Glass. Su presencia en México ha sido frecuente a lo largo de su carrera y claramente existe un cariño mutuo entre el país y el compositor. La Sinfonía Tolteca representa una mirada particular a una de las culturas más importantes de Mesoamérica. Pero, ¿qué significa este momento? ¿Esta pieza? ¿Este concierto? ¿Qué significa que Glass presente una Sinfonía Tolteca?

En realidad, la sinfonía carece de características en su sonoridad que identifiquen claramente como tolteca. No contiene sonidos típicos de la cultura ni instrumentos autóctonos. De hecho, los cantos que el coro entona en el segundo movimiento son una onomatopeya de sonidos que Glass escuchó en la grabación de un anciano huichol mientras investigaba para su creación. La Sinfonía Tolteca de Glass es mucho más Glass que Tolteca. Su adherencia a la estética Wixárika es, cuando mucho, imperceptible.

 

Transcripciones, homenajes y hechizos.

Quizás lo más valioso de esta pieza es su existencia. Su prevalencia es testimonio de la admiración que Philip Glass tiene por una cultura que continúa ejerciendo influencia sobre millones de personas, a pesar de haber finalizado su auge hace siglos. En ella, su respeto por la filosofía tolteca se materializa en forma sinfónica.

Este evento es una muestra de que el arte y los artistas pueden nutrirse de las culturas de países o tiempos ajenos, y por medio de su obra, presentar una visión de su esencia en un lenguaje propio. Más allá de replicar los motivos de la cultura tolteca, la Sinfonía existe como una transcripción de sus principios. Es una indicación de que no importa la diferencia de origen, lenguaje, cultura o temporalidad, cuando tenemos al arte para tender puentes entre estas distancias.

Por medio de su Séptima Sinfonía, Philip Glass, como hombre visionario, espiritual e iluminado, ofrece reverencia a una de las fuerzas ancestrales que México entraña en su subconsciente colectivo como uno de los máximos referentes de su identidad aborigen. Interesante, que en este concierto, su homenaje a México, ahora le rendirá homenaje a él, y no menos que en la máxima sala de conciertos del país.

Después de más de 10 años de su nacimiento, la Séptima Sinfonía (Tolteca) de Philip Glass, deleitará este mayo al público del Palacio de Bellas Artes. Los motivos rítmicos y minimalistas de sus tres movimientos conjurarán la magia hipnótica de Glass en los 1396 espectadores que, sin duda, llenarán a capacidad la sala principal del recinto.

 

El hechizo durará milenios.

 

Philip Glass

 


Moisés J. Himmelfarb es bailarín, coreógrafo y gestor cultural. Actualmente funge

como coordinador de Asuntos Culturales en el Consulado de México en Seattle.

moises.himmelfarb@gmail.com