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BREVE DISERTACIÓN DEL SIN-SENTIDO

  • Ensayo
  Por Víctor Hugo Espino (Vizandro H.)   Existe un veneno que corroe lentamente el alma. Sirve para aniquilar la alegría y la felicidad, cumple una función específica en la vida ordinaria. No surge de la infelicidad, antes bien, surge de la hipocresía y de la inmadurez. Es un elixir grandilocuente, sin embargo, vive de las eventualidades cotidianas. Existe día a día. Nadie puede deducir su origen, pero puede sentirlo. En esto radica su existencia: en sentir su alojamiento en uno mismo. Nietzsche le llamó: nihilismo. Yo le llamo: imperfección. El malestar que provoca la imperfección ayuda a desarrollar el parásito del no-sentido. Este parásito provoca ruido y nostalgia. Vive del dolor y la melancolía. Entumece a la voluntad, gobierna la fuerza que aún queda en el hombre envenenado. No se alimenta de la pasión, sino del fracaso. Convive cerca de las imágenes puras y alegres del pensamiento ordenado, destruye esperanzas. El parásito del no-sentido sobrevive incluso cuando se le suministra la religión como método mordaz. Sobrevivir alude a la voluntad de seguir viviendo. Por esta razón, Nietzsche interpreta todo querer como «voluntad de poder»: nada quiere perecer; el parásito del no-sentido conoce el sentido de sobrevivir en el pensamiento del hombre. Aun cuando la alegría aparece en la vida cotidiana, desaparece en un instante. Se evapora como humo infeliz e incomprensible ante la vista fugaz. En ella se aprecian matices que impulsan a sacar una sonrisa pasajera. El hombre no puede vivir con alegría mientras exista en sí el parásito del no-sentido.  – Ciudad de México –