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Del material del hombre de letras

  • Ensayo

 

Por Marti Lelis

 

Andar en dos patas a manos libres, con mil trescientos cincuenta centímetros cúbicos de masa pensante, o no tanto, en la cabeza, y darle al hacha y al cuchillo, a la pluma y a las teclas; leyendo en tablillas, papiros, pergaminos, o en lo que se pueda: en pantallas grandes y chicas, libros de bytes o salidos de la imprenta, de cuarzo líquido o de tinta las palabras, comunión arbitraria de letras, los sonidos acallados por la luz que se enreda en tus pupilas, en la lengua; procesión de imágenes en el texto-puente que te lleva al qué habrá después o a la playa de conceptos, a la simétrica armonía de las previsibles dunas de la ciencia. Antiguo, clásico, medieval y escolástico; humanista, renacentista y también ilustrado, preceptista sincero y acartonado, casi reliquia si no fuera por su saber a raudales; del magister dixit al cabello alborotado, a las balas y venenos, a la fatalidad necesaria por unos ojos brujos y esos lindos labios que habrán de volverse células y carne bajo el cíclope del microscopio: romántico y realista, naturalista decimonónico; finisecular y ave extraña de los sueños, paraguas y plancha de clavos sobre la plancha de hierro, criatura de relojes superada por su propio invento, por el terco avance del segundero, nada, sino carne de cañón de la vieja Historia, moderno y posmoderno, de la posible raza de los inmortales por saberse de antemano muerto, vendedor de su alma a la precariedad de las páginas, al diablo de los libros o los bytes; siempre el libro, objeto sagrado, sí los hay, porque son los ojos lo que ofrendan, y con la mirada el alma y la pírrica victoria sobre la dueña del polvo que no es más que una estrella. Esto es, lector, de lo que está hecho, vanidad de vanidades, el hombre de letras, aunque no lo sepa.

 

– México –

 

Henri Fantin-Latour — The Corner of the Table