El gato gris
Había una vez un niño autista que se divertía mucho jugando videojuegos. En particular le gustaba el juego de las bestias fantásticas. El ritmo del día y la noche se la daba la ventana rectangular y azul de su laptop.
En una noche nevada de invierno, el niño soñó que un gato gris lo condujo por un sendero sin fin. Las hélices plateadas de los molinos de viento giraban y giraban, mezclando los aromas de un frio en retirada y de los manzanares en flor.
Al día siguiente, los padres encontraron a su hijo 15 kilómetros al sur de casa. En el sendero blanco sólo se podían ver las huellas diminutas de un gato.
Armisticio
“Como quisiera amarte menos, pero no puedo.” Grupo Maná
S’il vous plaît:
sentémonos en mesa redonda.
Tú y yo,
frente a frente.
Acepta incondicionalmente mi entrega,
mi rendición absoluta.
La revelación del inconsciente
Carl G. Jung leyó el Corán y esa noche soñó que estaba con Moisés y Khidr, “el verde”, al frente del mar de Persia. Khidr tomó arena de la playa con sus manos, y después voló y la esparció a los cuatro puntos cardinales de la península arábiga. La arena cayó en las dunas del desierto y de ellas surgió una manada infinita de camellos con cargamentos de oro y plata. Los ojos de Jung brillaron con codicia ante tan fantástico evento. Mientras tanto, el patriarca Moisés y Khidr, “el primer ángel de Dios”, discutían los mandamientos contra la infamia y la codicia de los hombres.
Por Carmelo González
Obra pictórica – Leonor Fini