El bergantín fantasma zarpa con rumbo desconocido, dejando un ente desolado de ojos llorosos en el muelle. Se aleja a velocidad lastimosa; de apariencia alcanzable, de certeza imposible. Sin ancla que lo frene, ni amarres que lo aten, emprende un viaje eterno sin tripulación. Ahora navega tranquilo sin derramar una gota del té que reposa humeante sobre la mesa de la cámara. Nuestro equipaje sigue intacto en el camarote mientras nuestros cuerpos deambulan desnudos muy lejos el uno del otro, deseándose a la distancia.
Tras el destierro de la isla de tu cuerpo, he perdido el rumbo. Fuimos dos los que un día nos abrazamos al exilio, dos los que naufragamos en un mar de lenguas y suspiros. Juntos nos convertimos en espuma y sal, en tormentas de olas gigantescas; a través de nosotros el mar rugía, no hubo antes un eco más poderoso. El sonar ha enmudecido, ya no hay registro de nuestras voces. La soledad nunca fue tan estridente.
Desde la proa de mi alma busco en la mira restos de tu mirada, no estás ahí y mi corazón se vuelve un puñado de astillas, el mástil que da soporte a mi vida se desmorona. Sobre mí ha caído un manto salino que cual ácido quema mi piel y transforma lo que fue tu cálido abrazo en una llaga salitrosa. El doloroso oleaje me ha llevado a los límites entre tu mundo y el mío, tú vas en busca de las piezas que te faltan, yo voy detrás de ti. Detrás del recuerdo de lo que fuimos juntos.
El horizonte es tan árido como infinito, las huellas que dejaste sobre la arena se han borrado, tu imagen no será suficiente para sobrevivir la sequía. El día se ha nublado, una veta gris hace sombra sobre los ocres del cielo; el sol está ausente mas no deja de ser abrazador. Cada noche, mientras te pienso, me convierto en un espejo de luna que atrae las mareas, las caderas que bordean mi costa oscilan con ellas llamándote.
Bajo la luz de la luna el Mary Celeste cobra vida, la marea asciende y la travesía sigue. Voluptuosas sirenas acompañan su recorrido con el mortal canto que clama por ti. El barco zarpa en tu busca, navega dejando rastro de su herida sangrante. Me rehúso a la resignación. Anhelo que en algún momento la estela de plata que deja a su paso, sea el faro que te guíe de regreso a los confines de mi cuerpo.
Copyrigth. Martha Patricia Bañuelos Corrales.
residencia Guadalajara Jalisco México.