“¿Qué habrá sucedido con la niña que nació y su madre murió dejándola de nueve meses?” se preguntaban los vecinos. Se referían a la pareja que había vivido cerca del telégrafo. Él ya estaba entrado en años; ella era muy joven. Habían tenido dos hijos previos, pero ambos murieron a temprana edad, dejándolos desolados. Además de todo, la esposa siempre fue delicada de salud.
Después de varios intentos, la joven consiguió embarazarse por tercera vez. Pero su salud empeoraba. Los médicos no lograban hacerla mejorar, y su estado decaía cada día más. Después de un embarazo turbulento nació la criatura. Era una niña a quien tuvieron que alimentar con biberones porque su madre no estaba en condiciones de darle pecho.
Una tarde, al ponerse el sol y refrescar un poco el día, la joven le pidió a su esposo un papel y un lapicero.
–¿Para qué? –musitó el esposo.
–Tomaré la decisión más importante en mi vida.
–¿Cuál es esa?
–Mi hija.
Con esfuerzo, la madre escribió lo siguiente: “Sé que no sobreviviré. Le dejo mi hija a mis padres. Si ellos fallecen antes que ella se case, pido que mi cuñada se haga cargo”. Cuando el esposo escuchó sus deseos, replicó:
–Mi hermana ya tiene cinco hijos.
No hubo respuesta.
La niña fue bautizada con una madrina que nunca conoció y un padrino que el día que conoció no le agradó. Al cumplir los nueve meses, su madre murió. Siguiendo sus deseos, los abuelos se hicieron cargo. Sin embargo, a los cinco años ellos también fallecieron.
El padre despertó a su hija en una asoleada y fresca mañana.
– Hoy vas a conocer a tu tía, tus primos y el lugar donde vas a vivir.
– Pero tú te quedarás conmigo, ¿verdad?
–Sólo por un tiempo.
Al llegar a la casa de su hermana, la tristeza embargó al padre. Recordó las tantas veces que había visitado con su esposa; esta vez eran solo él y su pequeña. Más aún, el futuro de ambos era incierto.
La casa era grande y con un gran portón de hierro. El papá levantó a su hija por sobre la puerta para que su hermana la viera. Ella corrió a abrirles; al ver a su sobrina la abrazó con tanto amor que la niña se sintió como si fuera hija una vez más.
Pero nada de eso saben los vecinos. Seguirán preguntando entre ellos quién sabe de aquella niña.
Escrito por Zoila Troncoso
Obra Pictórica – Pablo Picasso