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Tececito para el alma por Lissette Pérez

¿Qué es la vida? Muchos dicen que es un enredo, que es una espiral pletórica de problemas. Otros opinan que vivir es solamente respirar, y, optimistas, otros más, afirman que la vida lleva implícita la felicidad. Que el simple hecho de despertar, de haber sobrevivido un día más, de tener cada mañana una nueva oportunidad como si se empezara desde el principio, lo es todo.
Para nadie es fácil la vida. A todos nos acosan problemas, tormentas, un pasado que quizás esté ahí presionando con la pregunta del millón: ¿Qué hubiese pasado si…? Personas a nuestro alrededor que nos brindan consejos no aplicables a nuestra vida. Hay momentos en los que nadie nos puede desenredar. Es como si durante largas semanas nuestra cabellera hubiera permanecido sin haberla sometido a un reconfortante cepillado.
Algunas veces, nada queremos hacer, no estamos para nadie, ni nosotros mismos nos soportamos. Eso es normal. No podemos pretender estar bien todo el tiempo. No existe la perfección. En el transcurso de ese tiempo –comúnmente no muy duradero– que estés así, quédate neutro, ocupa tu mente. No trates de insultarte, ni de buscar pretextos para sentirte mal. No digas que eres el culpable de lo que aconteció aquella noche del 5 de junio de 2017.
Todos nos equivocamos, todos tenemos un pasado, y hemos de aprender a vivir con eso. Tienes que desprenderte de lo que no te hace bien, de lo que no te aporta progreso alguno, de lo que te resta, lo que no te valora. Pero no porque lo diga yo. Es porque vivirás una sola vez. Para que la receta de tu vida te quede exquisita necesitas usar los mejores ingredientes.
Has de poner esmero. Si ya sabes que tuviste mala experiencia, o sufriste por algo, debes eliminar ese condimento que te hace la vida de cuadritos y que te pique el alma. Es un sinsentido guardar especias expiradas, caducas, las cuales solamente dañan tu alimento. Así que deséchalas. Son ya basura.
El té de ayer
Una frase de mi autoría enuncia: «Nadie tiene un pasado impecable, sin errores, sin arrepentimientos. Es normal que tu pasado no sea perfecto. Deja de crucificarte. Sigue adelante.»
El té que dejaste en la estufa, del cual dudas si vale la pena calentarlo de nuevo o desecharlo, ese que te ha alienado tu mente, ese al que no sabes si darle la espalda o beberlo, está esperando una decisión, porque ya prescribió su tiempo. Sus hojas están amarillas, su aroma se ha perdido, está insípido, ya es moribundo. A simple vista puedes darte cuenta de que el té está tan exhausto que ya nada puede ofrecerte. No vale la pena que lo calientes otra vez. La infusión que tomes será amarga, y probablemente hará daño a tu alma.
Comprendo que muchas veces te culpas, que desearías remediar las adversidades, que quisieras agregar hojas frescas al té de ayer, pero, aunque lo hagas, el sabor será idéntico al previo. No importa lo que haya sucedido en tu pasado. No te arrepientas. Cometer errores es una de las fuentes más certeras para crecer, madurar y reevaluar nuestro camino en el mundo.
Nadie está exento de soportar la ominosa carga del pasado. Todos tenemos un té viejo del día anterior, que de vez en cuando nos ronda. Pero ello no implica que sea necesario tomarlo de nuevo. Ese tiempo ya transcurrió. ¿Quién querrá enfermarse por reincidir en un té personificado en quien a saciedad ha demostrado que es nocivo, que solamente quiere asirse de ti para paliar su existencia?
Arrastramos una cruz tan pesada que nos ciega, que se aprovecha de nosotros, que nos dice que no se puede cambiar el final, porque la carga es tan densa que no hay fuerza, ni energía, para continuar el viaje.
Si nos desmontamos ese fardo podremos vivir el presente en su máximo esplendor, y disfrutar a plenitud todo lo nuevo que se nos aproxima, pero si persistimos en portar esas 500 libras de carga emocional a cuestas, no habrá manera de sujetar lo maravilloso del hoy, el tempus fugit, carpe diem romano (el tiempo huye, aprovecha el día).
El presente –valga la redundancia– está presente. Espera que escribas otra historia, quiere que te llenes de valor, que le eches ganas, que te prepares para aprovechar las potenciales oportunidades que ha reservado para ti. Él no te juzgará por quién eres, ni por lo que has hecho. Sólo te pide que te enfoques, que te centres en tu vida, que trabajes en ti. Ya verás que las consecuencias se resumirán en un aroma tan delicioso que aniquilará la remanente tentación de recalentar el té de ayer.
 Copyrigth. Lissette Pérez