Por Patricia Bañuelos
Aunque el féretro estaba abierto no quise acercarme. No pude. No necesitaba ver dentro del ataúd para identificarme como Valeria, la niña que yace en él. La nota roja dio una imagen difícil de olvidar. Apenas un envoltijo sonriente de sueños, ojos pícaros, cabello largo ligeramente ondulado. En la fotografía traigo puesto el uniforme escolar con las calcetas altas y la mochila a cuestas. Seguro alguna vez me viste por ahí.
Hace apenas once años vine al mundo con una sentencia indeleble escrita en braille sobre la piel, con la tragedia tatuada en el género. Como todas las que nacimos así, desconocía mi destino. Justo aquí me gustaría decir que de repente todo cambió… pero nací mujer y estoy muerta por ello.
La luz se apagó sin dejarme cruzar la frontera de la niñez. Si fui buena o mala, nadie lo supo, no hubo oportunidad, aunque en realidad eso no importa. Sobrevivir en México depende de la casualidad y esa casualidad para las mujeres es mortal siete veces al día.
La lápida de la culpa no cayó sobre mí, la edad me otorga la absolución. No fue el escote, la altura de la falda o mi actitud la que pudo dar una razón injustificada para morir. Tampoco el asesino resultó condenado por esto, todos culparon a mi padre, fue él quien pagó con dolor inmenso su afán de protección. Como siempre, estuvo puntual a la salida de la escuela para custodiar mi camino a casa, tal como lo ordena la inseguridad en nuestras calles, pero ese día la lluvia no dejaba de caer. Abordé el colectivo porque papá no quería provocar un resfriado por llevarme montada en su bicicleta. Por desgracia, esa gripe nunca llegó.
*Valeria Teresa Gutiérrez Ortiz, de once años, fue encontrada sin vida en una camioneta de transporte público en la Ciudad de México. La menor fue raptada un día antes, al parecer por el conductor del vehículo, identificado como José Octavio “N”, de 43 años, quien tenía antecedentes penales por delitos sexuales. Iba a ser procesado por feminicidio, pero el presunto violador y asesino de Valeria fue encontrado muerto en prisión. Su muerte se declaró como un suicidio.
– Guadalajara, México –